domingo, 22 de marzo de 2009

Imbéciles con armas

Y va el imbécil y dispara, como si eso fuera a hacerme daño.


Creo que he hecho saltar el botón de la bragueta.

Revolución era aquello que le llamaban...

Era el líder de una revolución mundial, y poco antes del Golpe de Estado final me di cuenta. Seguía en mi habitación.


"La hora ha llegado, pero no el hombre"

sábado, 21 de marzo de 2009

Microrrelato I

Para cuando se dio cuenta de que yo no era su marido ya quería el divorcio. Fue una luna de miel nefasta.


"Me hice soldado para ganar fama, y me dispararon por seis peniques al día".

viernes, 20 de marzo de 2009

Farsa de Abecedario

A veces vuelvo a tener un deseo incómodo de poseerte. Entonces me doy cuenta de que estás hecha de aire, de que ya no te puedo tocar.
"¿Bailas?" me preguntas pese a todo, y pretendes con unos pasos hacerme olvidar. No es mal intento, aún sabes cómo insinuar.
Cuando te pierdo me amilano, y me echo de más, y me echo a la bebida como muerto de sed de ti que soy. Qué solo se está en este oasis de prestado.
"¿Dónde terminaré?" me pregunto mientras vago entre las dunas de mi existencia, que es tan triste y sangrienta que no es mía, y me aparto, y a la que me voy, ya no he estado allí jamás.
Era un sueño de otro, no mío, en el que había, incluso, un final esperándome. Menos mal, le perdí de vista.
Formulas tu última pregunta, y yo hago como que no la he oído, mientras me voy por las ramas de una conversación que me acerca a ti. Porque, en el fondo, "¿quién soy?" es una pregunta que podrás contestar.
Grande, me hice. Ni edad, ni trabajo, ni planes, ni sueños que no cumplí, ni divorcios inesperados. Ya que ni las peleas, ni el tiempo, ni las dudas ni el aburrimiento me hicieron grande, ¿por qué no tú?
Has de ver más allá, donde me llevaste. Es un desierto que no reconozco, donde hace frío de noche, y las nubes tienen forma de garras que se desvanecen en un cielo color malva. Es una selva de sombras sin fin.
Incumplo mi promesa y te llamo por teléfono, esperando que no contestes. A lo mejor te sientes mal y llamas tú, a lo mejor ya no me quieres oír.
Juraría que esa no eres tú, mientras que esa sí es tu voz. ¿Qué pasó? ¿Te la robaron? Ten, toma, esta es la mía, ya no quiero la voz, si no es para llamarte, y que me cuelgues la vista, y huyas al verme.
"K.O." me dice un hombre que pasa por allí, pegado a un rifle. Quiere dispararme, pero el rifle pesa demasiado y sólo acierta al suelo, haciendo levantar pequeños restos de mármol y roca.
Lo veo en tu mirada brillante como si no lo hubiera visto nunca antes. Me lanzo a ti. Me olvido de los demás.
Mientras el resto que no son ni tú ni yo hacen de sus vidas algo por lo que merece la pena levantarse un día más, y se arreglan el pelo, se maquillan, se transforman.
No me importa en realidad lo que haya más allá del cristal. Sólo sé que ya es de día y por primera vez en años no caigo ni tengo frío.
Olvido tu nombre cuando cierras y te vas, y dedico el resto del día a vestirme y montar el pequeño rompecabezas que has dejado bajo la cama antes de marcharte.
Puede que algún día lo quieras recuperar. Hasta entonces, yo no te esperaré.
"¿Quién eres?", me sobresalta de nuevo. "Soy un caballo de carreras, un vendedor ambulante, una anciana que cocina castañas al fuego, soy las chispas, el mechero sin gas". Si a ti ya no te gusta mirarme, me giro, me revuelvo, me espanto la piel y recojo del suelo el tiempo con el que abrigarme mientras deseo que me vuelvas a mirar.
Ruedas por mi mente, creyéndote dueña de lo que ves. ¿Qué ves? Te ves a ti, una y otra vez. Vete. Vete, déjame.
Solo. Quiero quedarme solo. Y perder todo el tiempo que me quede delante de una chimenea que caliente este cuerpo sin piel, estos ojos sin brillo. Sin compañía. Sin saber si he de sentirme solo, o sólo he de sentirme sin mí.
Te envidio, porque me tienes. Yo ya me perdí, hace mucho. Nunca piensas en ello, en mí, pero tres días antes de que lo hagas, si algún día volvieras a mí, yo estaría en tu puerta, lleno de lluvia, esperando.
Un día en mi vida, la caída que busca su final en el cielo. Pero mientras ese va quedando cada vez más lejos, hay otro que se acerca.
Va del uno al infinito, ida y vuelta sin parar. Cuenta. Cuenta si te atreves. Cuánto te puede quedar.
"Well-done", me dice ahora el norteamericano, con su rifle por los suelos, sudando. "Puedes irte". Entonces levanta la vista del suelo agujereado. Ya no estoy para oírle gemir, tan solo.
X. V. I. M. Letras. Números que no hacen sino intentar nombrarte, abarcarte. Tú te agitas y los echas de tu vida, y te abrazas a otros que no se parecen a mí, y te resurge el brillo, pero es un brillo de vulgaridad. Es el brillo de haber llegado a ser normal.
Yo nunca te perdí, porque ya no eres tú. Ni tu voz. ¿Qué pasó? Estás equivocada. "El amor no es una marcha triunfal". No es una victoria. No eres tú.
Zahorí de tus secretos, sé que volverás. Porque hay veces que yo soy sólo yo. A veces, sólo yo. A veces te deseé, mientras tenías voz y cuerpo. Pero ni yo puedo amar un recuerdo.


"Yo regalo mundos vacíos, para que los rellenes con lo que tú quieras, aunque no me incluyas en ello".