viernes, 4 de abril de 2008

El humo de las aceras

Esta desilusión no hace de niebla, ni cae pesarosa. Late y vive, y va y viene. Siente, pero no se arrepiente, decidida acecha y, a la noche, salta por su presa. Mientras, en un baúl, arrepentido, el lado oscuro de la justicia y el decoro, tiembla de puro miedo, y hasta de sí mismo rehúye, y a sí mismo traiciona.

Pasarán las semanas, los días, pasarán las horas y se irán sin verlos todos los segundos que aún no sabes que despreciaste. El resto, que no es vida, ni merece la pena.

Pero ya es de noche, otra vez, ya vendrá el alba a callarme la boca. Terco me sé niebla, me sé viento y siento que vuelo. Mi voz acecha. Mientras, algo tiembla, allá, abajo.


"Y sal ahí a defender el pan y la alegría. Y sal ahí, para que sepan... que esta boca es mía"

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