domingo, 14 de septiembre de 2008

Dancing alone in the dark with Little Lulu

Sí, todo me pasa a mí. Yo soy el que sale en las noticias porque le tocó la lotería. Soy al que le roban después, y el que vuelve a casa en Navidad. Soy al que cierran la puerta en la cara, soy aquel sobre cuya tumba escupirán.

Soy ese hombre imberbe en un mundo de hombres altos, el que jamás deja propina, el que pide por las esquinas. Soy el que fui, tirado en una cama, abandonado entre seda. Solo en un callejón.

Los periódicos me nombran cada día, ustedes están hartos de ver mi foto. Soy ese hombre aburrido a quien dispararon, el que corrió delante de la policía. Soy el que suscribe y también quien lee, porque yo, amigo mío, también soy usted. Pero en sus más remotos pensamientos. Porque yo soy quien naufraga para ahogarse de viejo, el que necesita de la rutina, el que se queda bajo la lluvia.

Soy el necio y el que protesta, el hijo del jefe al que despidieron, soy, en resumen, un hombre sin suerte.
Ni suerte ni tino, pero soy el hombre de las mil oportunidades, el que se ve en el espejo, el que se asusta a sí mismo, el hombre tibio que pasa sin despistar. Porque yo, caballero, no soy usted. Yo soy a quien salpican y ladran, el que recoge su basura, el que tritura de día las noches, el que le sirve el champán cuando gana. Soy el que mira de lejos, el que pierde la cartera.

Soy el del abrigo gris, el turbante de seda. Quien elige si elegir el qué dirán o la montaña de ropa vieja. Soy quien ahora le mira desde un reflejo extraño, al que temen los niños, a quien la soledad adora.

Soy en sociedad, en público, soy ahora. Pero también en privado y soy el que desea ser, mañana. Aquel que duda, el que se embaraza, el simple que se cohíbe, el pudor en lata.

Soy la Bohemia como diosa escarlata, el botín, el pirata. El hombre que ruge, pero en silencio, el que mete la pata. Soy quien sabe que olvidó y olvidó quién sabe qué. Pero qué hombre soy, eso no lo niega nadie. Como que soy más que usted, si me lo permite.

Pero hay veces que ni soy, sólo dicen que debería hacerme ser. Qué le puedo hacer, yo sin mí, para qué.

Soy el dueño del rincón, el que se engaña. Soy a quien engañan las amantes con su bisón, su piel clara. El de la mirada limpia, el que no sabe qué es la ropa cara.

Soy quien afirma con un ladrillo en la mano, soy el peso de la responsabilidad, el incómodo señor del asiento de al lado. El que pierde el tren, el malhumorado.

Con todo sigo siendo quien envía cartas, quien recibe besos. El que siente, el que se disculpa, el que no es uno más de uno de esos. Soy quien lamenta no haber dicho, el que piensa por la escalera, el que cuenta los escalones.

Al que la luna elige, al que le guiñan las sonrisas, soy el hombre que sale en las revistas. Pero también soy hombre de contraportada, de peligro en mano. De ciento a mi lado volando, de pies en el suelo. De pie cuando estoy tumbado.

Porque yo soy a quien ves cruzar la calle, el que da de comer a las palomas, el que pide limosna, el que sueña con un Cadillac.

Soy el hombre que erró el tiro en el fusilamiento, a quien cogieron huyendo. Sí, de nuevo, soy hombre sin suerte, que vive y está muriendo.

He sido cúspide, llanura, he sido fondo. He vivido, muerto, he vuelto. Soy tanto que ya no soy nada. El que ha visto. El ciego.

Soy al que una vez dejaron morir solo. Y ya no quise ser nada más. Bailé contigo, diablo. Pero ahora soy quien dice... jamás.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Convivo con-muertos

A mi alrededor caminan cansados, discípulos mansos.

Cuando los observo asombrado, me parece ver un brillo curioso en sus ojos. Un brillo que apagan pronto, frotándose los párpados. Sí, allí estaba.

Los hay en bancos, sentados, esperando. Los hay vestidos de viejos, de putas, de malabares. Hay otros inconformistas con el clima, y también una que abraza demasiado a su niño.

En sus mentes una nube se llevó su arrebato. Su candez, su vivez. Dejó allí sandez de vivir, con regalos caros, joyas falsas. Sonrisas.


A veces basta el reflejo de una cerilla en la mirada, un sobre vacío, una mañana fría. Bastan para un asesino de palabras, un juntaletras que rompe hasta el aire.


A veces no soy yo, busco un disfraz mejor...