martes, 7 de julio de 2009

Las ramas rotas que crujían de noche

Observaba a su alrededor y se maravillaba. Era joven y entusiasta, y algo empezaba a florecer en ella, dándole las ganas y la fuerza para echar a correr y perderse en el bosque, con cada luna nueva.

Se perdía, así, de su padre por un rato, revolviéndose en la oscuridad, notando más allá de su vestido la hierba húmeda, el camino de pequeños insectos de vivos colores. El bosque era su mundo, mudo y oscuro.

Llegó entonces la noche. La luna, de nuevo, había huído del cielo.
Ella se levantó de un salto de su cama, y con paso decidido se encaminó a su bosque para buscar, una vez más, a esa luna rebelde.
No compartiría su mundo, su frío imperio. No otra vez.



¡Una voz, una voz para hablar!

No hay comentarios: